Aclarar objetivo final

04.07.2024
Empezar con el fin en mente significa realizar cualquier acto con una clara comprensión del objetivo. Significa saber a dónde se está yendo, de modo que podamos comprender mejor dónde nos encontramos y la dirección en la que debemos caminar. Son muchas las personas atrapadas en el día a día de un sistema que nos lleva a trabajar cada vez más para alcanzar mayores niveles de éxito social, y de riquezas materiales.


Se trata de objetivos definidos por terceros y que a menudo ni siquiera nos planteamos si queremos que sean los nuestros. Por lo general, vivimos de forma reactiva según los guiones que han puesto en nuestras manos la familia, los compañeros de trabajo, los educadores, etc., a través de nuestras creencias.

Estos guiones provienen de personas - no de principios-, acostumbran a sostenerse en nuestras debilidades y nos restan poder personal. Disfrutar de una vida plena depende de saber lo que realmente es importante para nosotros y de actuar de forma coherente con ese conocimiento. Podemos estar muy ocupados en nuestro día a día y ser muy eficientes, pero solo seremos realmente efectivos cuando hagamos las cosas con un fin en mente.

Existe una primera creación mental, que antecede a la creación física. Antes de construir algo, debemos imaginarlo y diseñarlo. Este es el modo de alcanzar de forma óptima el resultado deseado. Tanto el tiempo como el resto de nuestros recursos son limitados, y debemos gestionarlos del mejor modo posible, si queremos ser realmente efectivos.

Asumir la responsabilidad de la primera creación es algo imprescindible para disfrutar de una vida de efectividad. No hacerlo implica que alguien lo hará por nosotros, llevándonos a vivir de forma reactiva. El liderazgo consiste en asumir esta primera creación, en identificar cuáles son los pilares en los que apoyar la escalera hacia el éxito.

Por su parte, la administración consiste en ejecutar de forma eficiente las tareas para alcanzar el objetivo marcado desde el liderazgo o, lo que es lo mismo, en ser eficiente a la hora de ascender por la escalera hacia el éxito. Siempre debe primar el liderazgo sobre la administración. De nada sir ve ser muy eficiente si se va en la dirección equivocada.


Actuar exclusivamente desde el control, la eficiencia y las reglas supone dejar a un lado el liderazgo, olvidar el propósito y prescindir de nuestros valores. Cuanto más conscientes somos de nosotros mismos, más descubrimos pautas de comportamiento indignas de nosotros, totalmente inefectivas y absolutamente incongruentes con lo que de verdad valoramos en la vida.

Los principios correctos no reaccionan ante nada. Su validez no depende ni de la conducta de otros, ni del ambiente, ni de la moda del día. Se trata de verdades profundas y fundamentales. Vivir con unas creencias basadas en principios intemporales constantes nos hace ver la vida de forma distinta. El poder personal que surge de la vida centrada en principios es el poder de un individuo autoconsciente, inteligente, proactivo, no limitado por las actitudes, conductas y acciones de los demás, ni por las circunstancias e influencias ambientales.

Evidentemente, tener identificada la misión, filosofía o credo personal, así como los valores o principios más importantes, es un prerrequisito para desarrollar con éxito este segundo hábito. Las personas no podemos vivir en el cambio si en nuestro interior no mantenemos un núcleo invariable. Es por ello por lo que el proceso de desarrollo de este hábito incluye un ejercicio que te permitirá definir ese núcleo.

El liderazgo personal es un proceso que consiste en mantener en mente la propia visión y valores, organizando la vida para que sea congruente con lo que realmente importa. Por norma general, formamos parte de diferentes grupos, entre los que destacan la familia y la empresa. En estos casos, la elaboración conjunta de la misión del grupo, reflejando el modo de ver y los valores compartidos y profundos de todos los miembros, crea una gran unidad y un enorme compromiso.

Una misión creada desde la participación reduce la necesidad de control e incluso de dirección. Recuerda que todo lo que hacemos está guiado por una visión y unos objetivos. Si no hemos sido nosotros quienes han marcado esos objetivos, sin duda lo habrán hecho otros.