Me cuesta escuchar

13.02.2020

Supongo que ya no sorprende el protagonismo que ha adquiriendo la mirada tras la consecución de tener que llevar la mascarilla puesta cuando viajamos en el transporte público.

Las mascarillas seguirán siendo obligatorias en el interior de los centros, servicios y establecimientos sanitarios, en el transporte aéreo, por ferrocarril o autobús y en los barcos cuando no se garantice la distancia de seguridad. El Ejecutivo recomienda su uso responsable en la población vulnerable. En definitiva nos vemos forzados a seguir comprando mascarillas, el negocio no ha parado.

Miro y me miran unos ojos que transmiten otra clase de emociones más ocultas, miradas que se clavan como espadas perdurando en el tiempo.

Nos observamos sin disimulo alguno, sin apenas muestras de gestos como por ejemplo una leve sonrisa que nos pudiera ofrecer el freeback de tiempos pasados, tan solo el contorno y poco más.

Quien no recuerda una sonrisa desnuda de algún espectador tras presenciar alguna comedia que le saque de su angustiada seriedad.

Me he dado cuenta que mi afán por adquirir nuevas expresiones con la ayuda de los músculos de la cara van en aumento.

Se presenta un nuevo desafío de gran magnitud, sin embargo, en ciertos lugares la mascarilla no es obligatoria nunca, parece que se abre una ventana a la esperanza.

Bajo mi punto de vista estamos ante una nueva artimaña que pretende controlar el correcto funcionamiento responsable del sistema, la naturaleza se vuelve a salir con la suya.

Mientras los protésicos dentales continúan elaborando auténticas bocas que parecen obras de arte, ya solo en muchos casos, dichos trabajos solo son expuestos a la gran mayoría en forma de red social, se evita ser tan expresivos como antes, se ha puesto algo mas de control a las emociones.

Curiosamente, al parecer, ese ejemplo de libertad producido cuando estamos exentos de llevar puesta la mascarilla está generando una controversia aún mayor al manifestarse el recuerdo por algo que nos identificaba enormemente como individuos.

Creo que es totalmente posible alternar ambos aspectos en este reto individual de saber cómo debemos actuar basándonos en nuestro buen criterio que iremos mejorando con la práctica cuando dejemos de sentirnos coaccionados.

Todo ha ido mejorando progresivamente, una vez se dio fin a los distintos escenarios que nos ofreció la comunicación entre personas durante la pandemia del Sars-Cov-19.

Para encontrar sentido convincente lo más normal sería que las conversaciones las lleváramos acabo en mayor medida cuando estemos sin dicho complemento.

Lo lógico sería que vivieramos haciendo lo que nos apetezca como hemos hecho toda la vida, pero hay algo que obstáculiza la salida de la voz y las expresiones faciales, incluso en algunos casos queda “cute”.