El altruismo
Sería magnífico poder saber si se trata de algo específicamente humano o bien de un sentimiento que, de una manera u otra, afecta también al resto de los animales. De ser un sentimiento compartido, ¿dónde residiría la diferencia? Los animales no humanos pueden decidir cooperar, por ejemplo, para capturar una presa o incluso lamentar en grupo la pérdida de un semejante. Tenemos muestras de cooperación, de altruismo, de reparto de la comida; animales que, después de una lucha entre un subordinado y otro dominante se abrazan para reconciliarse y tranquilizar a todo el mundo, para que los niveles de estrés colectivo no suban, exactamente como ocurre en las sociedades humanas.
En cambio, hay cosas que parecen ser únicamente humanas, como la capacidad de correspondencia: «Yo te doy algo a ti hoy y dentro de un tiempo, tú me lo darás a mí». Es algo bastante común en las sociedades humanas, pero es una capacidad que no vemos demasiado en otros animales. Lo anterior sugiere que a los animales no humanos les cuesta ser pacientes. En los humanos, si yo te doy algo, tengo que esperar a que tú me lo devuelvas. Al resto de los animales, por el contrario, parece que les cuesta mucho más controlar su impulsividad.
Afortunadamente, la neurociencia nos dan pistas en relación con este problema; algo que los estudios conductuales no nos habían dado: «Se puede observar que cuando una persona experimenta dolor, surge un cierto modelo de activación cerebral, pero cuando alguien ve a otra persona que experimenta dolor surge exactamente el mismo modelo de activación, de modo que existe una correspondencia entre las áreas del cerebro en el contexto de la empatía. Dado que es algo que se ha documentado en humanos, podría hacerse el mismo tipo de experimento con otros animales para ver si tienen el mismo modelo de activación cuando un animal no humano experimenta dolor o cuando ve a otro que experimenta dolor».
Se han realizado, efectivamente, experimentos en los que, visiblemente, el resto de los animales aprenden mediante la imitación y en los que se activan los circuitos cerebrales de primates que contemplaban la ejecución de una determinada tarea, como ocurre con los humanos. Esto significa que, en cierto modo, los componentes evolutivos básicos que nos han permitido ser como somos hoy pueden atisbarse en los demás animales.
Por otra parte, hay una distancia cognitiva enorme entre lo que nosotros hacemos y lo que ellos hacen. Por ejemplo, es cierto que el resto de los animales utiliza también instrumentos, pero éstos son triviales si comparamos su uso con el que nosotros les damos. Ningún otro animal crea un objeto con dos tipos distintos de material, un lápiz, por una parte, y una goma, por otra. Es muy sencillo, los restantes animales utilizan un solo tipo de material, como un palo para sacar termitas.
Ocurre lo mismo si le damos un tenedor a un niño. Si le preguntamos para qué sirve, el niño dirá: «Es para comer», pero si le preguntamos: «¿Puedes pensar en algo más que puedas hacer con el tenedor?», el niño dirá: «Puedo utilizarlo para pinchar a alguien o para peinarme». Enseguida enumerará hasta veinte cosas distintas. Para los otros animales, en cambio, un objeto tiene una sola función.