El perdón

15.07.2024

El Perdón como catalizador del cambio. Los beneficios del perdón han sido desvelados por la ciencia muy recientemente, aunque las organizaciones religiosas ya los habían pregonado a lo largo de la historia de la humanidad.

Las ventajas del perdón, ahora validadas por el mundo científico, incluyen la reducción del dolor crónico, de los trastornos cardiovasculares, de la conducta violenta, el incremento de la esperanza, y el alivio de los niveles de depresión y ansiedad. Las personas que no perdonan sufren de niveles elevados de presión arterial y frecuencia cardiaca así como otros problemas de salud. Las reacciones típicas del «no–perdonar», como la culpa, la rabia, y la hostilidad se han asociado con enfermedades cardiovasculares y muertes prematuras.

Los sentimientos y el juicio negativo se reducen, no porque el ofensor no sea merecedor de ellos, sino porque la víctima ha decidido libremente considerar al ofensor con compasión y gratitud. Ser capaz de perdonar es un regalo para uno mismo. No solo beneficia a la persona perdonada sino también a la que perdona. Al no perdonar, la persona dañada está encadenada a la persona que le hizo el daño y, mientras no la perdone, no podrá sustraerse al poder que tienen el ofensor y la ofensa sobre el o ella. El no poder perdonar provoca un estado de flujo de emociones negativas que obstruye el camino de la energía hacia proyectos más constructivos. Este concepto es muy importante para los supervivientes de abusos. El perdón permite que la experiencia vivida adquiera un nuevo significado para las personas implicadas. Algunas veces, el daño, una vez perdonado, puede servir para contribuir al crecimiento de una relación.

Perdonar es olvidar

El perdón hace realmente desaparecer el dolor asociado a la ofensa. La personas que afirman que han perdonado, pero no olvidado, en realidad no han perdonado de manera incondicional. Por eso es importante percibir el dolor y los sentimientos de rencor y venganza asociados al mismo. Algunas personas no perdonan porque sienten que sería un acto de debilidad. Es importante considerar que algunas de las cualidades necesarias para perdonar son la humildad, empatía, valentía, integridad, sinceridad, honestidad, espiritualidad, sentido comunitario, amor, bondad, gratitud y otras cualidades igual de importantes. Todas ellas, atributos de las personas fuertes, no de las débiles.

El proceso de perdonar

Se ha observado que se suceden tres etapas cuando alguien decide perdonar. En primer lugar, una percepción de la ofensa y del ofensor más empática y ecuánime, en segundo lugar, una reducción de sentimientos negativos hacia el agraviante a medida que aumenta la empatía, y en tercer lugar, una tendencia del ofendido a desistir de su derecho a castigar al culpable. Aún así, se da el caso muy frecuente de que el culpable se niega a ofrecer sus disculpas o a mostrarse responsable del daño. Es importante en estos casos, ser muy consciente de que el verdadero acto de perdonar se produce con independencia de que el culpable se excuse. Desde la perspectiva de la Gratitud Plena, cuando una persona ha sido víctima de un daño, tiene que saber que perdonar le permite aligerar su carga de dolor. Y que esto no significa necesariamente exonerar al culpable. La carga pertenece a aquél que causó el dolor, no a la víctima. Si esta la acarrea durante demasiado tiempo, la carga pasa a ser de la propia víctima, así que ésta se victimiza a sí misma.

Características del perdón

El perdón no es un regalo para el culpable, sino algo que se elabora en el interior de uno mismo. El otro no tiene porqué saberlo. Decírselo o no al culpable es un acto voluntario, pero no es necesario para sanar el dolor del daño que otra persona ha hecho. El perdón no significa reconciliación. Tampoco implica permitir que una acción que nos ha hecho daño siga ocurriendo. No hay que creer que la persona culpable merece saber que se le ha perdonado. Muchas veces no merece la reconciliación. Algunas veces el daño es tan grande que no se puede confiar más en esa persona. Aunque no sea posible la reconciliación el perdón sí lo es. El perdón no ocurre automáticamente, pero el ofensor no tiene necesariamente que pedir perdón para que le perdonemos. Ni siquiera admitir que necesita nuestro perdón. El perdón es una decisión. La decisión de dejar ir el dolor. Perdonar no significa permitir que la persona continúe haciendo daño ni que se le permita seguir actuando de igual modo. Para que ocurra una reconciliación, es necesario que el agraviante pida perdón y se proponga no volver a hacer daño otra vez. El perdón no necesita al culpable en absoluto. Se puede perdonar a los que ya no viven, pero no reconciliarse con ellos. Se puede perdonar a quién nos hizo daño y abusó de nosotros, pero sin dejarlo entrar en nuestra vida para que vuelva a hacerlo.

El perdón es una liberación de la carga de dolor que llevamos dentro. El perdón apaga la necesidad de venganza y el rencor; éstas impiden la sanación interior. Si ejecutamos una venganza, estaremos necesitando perdonarnos a nosotros mismos o pedir perdón al otro. Para perdonar hay que desistir del deseo de venganza, pero no renunciar al derecho a la justicia. La venganza es el deseo de que el culpable sufra lo mismo que uno ha sufrido por sus actos. La justicia, a su vez, implica que el culpable pague una pena justa por lo que ha hecho. Tiene la obligación moral y, a veces legal, de corregir el daño que ha hecho. La justicia debería ser recta, la venganza nunca es justa. La víctima tiene derecho a buscar justicia, pero no el derecho moral de buscar venganza.

La venganza daña a la misma persona que la ejecuta aunque no se dé cuenta de ello.
La Justicia es una reparación moral.