Superiores en valores morales

19.09.2024
Los valores en los seres vivos son muchos y muy diversos, aparte de que muy probablemente varían mucho de una escala cósmica a otra, habiendo valores que sólo existen o sólo son aplicables dentro de una determinada escala, siendo totalmente desconocidos y hasta absolutamente incomprensibles dentro de otras. 


Para comprender esto mejor, podemos fijarnos en algo que tenemos constantemente delante de nosotros. Muchos de nuestros valores morales, a los que muy frecuentemente les atribuimos una absoluta universalidad, no la tienen, y de hecho nosotros mismos nos encargamos de no aplicarlos en nuestras relaciones con los animales. Esos valores o normas morales tienen sólo validez a nivel humano y no tenemos inconveniente alguno en prescindir de ellos en cuanto se trata de criaturas o seres que no están a nuestro mismo nivel. Cuando nace un becerro lo castramos, lo ponemos a tirar toda la vida de un arado y luego en premio lo matamos y nos lo comemos. Todas estas acciones serían horribles si se las hiciésemos a un ser humano; pero las vemos como algo completamente natural porque se trata de un animal.

El hecho de que «se trata de un animal» nos aquieta por completo en cuanto a algún remordimiento que pudiésemos tener. Y eso que se trata de un ser cuya vida es tan parecida a la nuestra, incluso en los «sentimientos» que la vaca madre demuestra tener hacia su recién nacido. En algunas de ellas -como por ejemplo en el jainismo de la India- el respeto hacia todo lo que vive es uno de los mandamientos fundamentales. Si nosotros claramente no aplicamos algunos de nuestros principios morales y jurídicos a aquellos seres que no son de nuestro mismo rango humano, no tendremos que extrañarnos de que otros seres no humanos, y que por añadidura aparentan ser más fuertes y más avanzados que nosotros, no apliquen en su trato con nosotros ciertos principios que muy probablemente usan entre ellos.

Y no valdrá decir que entre nosotros y los animales hay una diferencia esencial que no existe entre estos seres «superiores» y nosotros; es decir los animales no pertenecen al mundo de los seres inteligentes mientras que nosotros sí. Los animales, si no tienen una inteligencia igual que la nuestra, tienen, por su parte, algún tipo de inteligencia con la que en muchos casos hacen cosas que nosotros no podemos hacer, aunque lo intentemos.

Y muy bien puede ser que en determinados casos sea mayor la diferencia que hay entre nuestra inteligencia y la de los dioses que entre la nuestra y la de los animales. Y por otro lado, vemos que la fiereza y el valor con que una hembra animal defiende a sus crías, es en todo semejante a la que puede mostrar en determinados momentos una mujer, demostrándonos con ello que sus sentimientos hacia su prole se parecen muchísimo a los nuestros. Y a pesar de ello no tenemos ningún inconveniente en separar a la cría de su madre, y aun matarla si nos conviene.

Los dioses, en muchísimas ocasiones -por no decir en todas- no se portan nada bien con nosotros y hasta se puede decir que cometen tremendas injusticias. La palabra «superior», por lo tanto, no hay que entenderla de una manera absoluta sino de una manera relativa. Superiores en conocimientos, en poderes físicos y psicológicos, etc., pero no precisamente en bondad o en otros valores morales vigentes entre los hombres. Indudablemente ellos tienen también patrones y criterios de bondad y maldad, de belleza y fealdad, etc., pero no son precisamente iguales a los que rigen entre nosotros.

Y aparte de esto, seguramente que también entre ellos hay quienes se atienen a tales principios y quienes no se atienen y los violan, demostrándonos con esto que no son tan absolutamente «superiores» a nosotros como a primera vista pudiera parecer, y que fundamentalmente son, como nosotros, unas criaturas en evolución y consecuentemente muy lejos de haber logrado la absoluta perfección.